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Maneras de vivir
 Los farmacéuticos pioneros de la electricidad en España
   Ismael Escobar Rodríguez
A lo largo del siglo XIX hubo estudiosos de diferentes áreas de la ciencia que se mostraron interesados en comprender el fenómeno de la electricidad. Basándo- se en el entendimiento de este concepto, desarrollaron dispositivos y aparatos aplicables a diversos usos. Fueron auténticos innovadores en un momento en que se avanzaba, no sin dificultades, en la sistematización del conocimiento median- te la aplicación adecuada del método científico.
En esa apasionante época de desarrollo tecnológico, resulta de interés que po- damos situar las figuras de varios farmacéuticos que son considerados pioneros en la historia del nacimiento de la electricidad y sus aplicaciones. El primero de ellos fue Antonio Casares Rodríguez, nacido en Monforte de Lemos en 1812. Li- cenciado en Farmacia en 1836, ocupa diversos puestos docentes hasta que en 1845 obtiene la cátedra de Química General de la Universidad de Santiago. El 2 de abril de 1851, el profesor Antonio Casares instala en el claustro del edificio de la Universidad un arco voltaico, compuesto por dos barras de grafito con un elemen- to regulador para mantenerlas a una distancia constante, conectadas a una ba- tería de cincuenta pilas tipo Bunsen unidas por hilos de cobre que logran la nece- saria diferencia de potencial. Al caer la noche, se conecta el aparato y el público, asombrado, ve cómo el potente foco ilumina el patio del edificio y la torre de la iglesia de la Universidad. Ese sol artificial se mantiene encendido durante dos ho- ras, tal y como recoge, con admiración, la prensa de la época.
Un segundo farmacéutico, José Simón y Castañer, nacido en Barcelona en 1814, licenciado y doctor en Farmacia por la Universidad de Madrid en 1837 y 1846, res- pectivamente, también logra instalar y hacer funcionar, en agosto de ese mismo año de 1851, un arco voltaico en su farmacia de Madrid. Fue director del Semana- rio Médico Español y diputado de las Cortes en la última legislatura del reinado de Amadeo I, y además de interesarse por la electricidad, registró varias patentes sobre conservación de cadáveres y alimentos.
El tercer farmacéutico protagonista y pionero de estos primeros esbozos de la electricidad en nuestro país fue Francesc Domènech i Maranges, nacido en Bar- celona en 1820. Licenciado en Farmacia en 1839 y doctorado en esta disciplina en 1842, fue catedrático de Química en la Universidad de Barcelona. Tras varios años inmerso en la investigación de electrolitos y otros componentes eléctricos, en 1852 logró crear, en el laboratorio de su establecimiento farmacéutico barcelo- nés, un aparato compuesto de un recipiente de cristal en el que se formaba una llama por la aproximación de dos conductores y producía una intensidad lumínica impresionante para la época. Resulta sorprendente que este hito experimental tuviera lugar treinta años antes de que le fuera concedida la patente de la bombi- lla eléctrica a Thomas Alva Edison, en 1880.
Dos siglos después de sus pioneras experiencias, es muy probable que estos tres farmacéuticos hubieran estado de acuerdo en que todos los agentes actual- mente implicados en la gestión de la energía eléctrica deberían colaborar con el objetivo de encontrar un equilibrio sostenible entre los intereses de productores y consumidores. Y en que los Gobiernos y Estados son los garantes de que las re- glas del mercado no conduzcan a dificultades en el acceso a una energía, la eléc- trica, que ha permitido incontestables avances en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. l
enero 2023 – el farmacéutico n.o 617 41


























































































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